1. No escatimes en tu salud
Sé que suena a topicazo, pero la salud es siempre lo primero. Si tienes que elegir en qué gastar el dinero, prioriza siempre tu salud.
Es muy complicado ser feliz cuando te encuentras mal. Si estás enfermo, todos tus planes, hobbies e ilusiones pasan a segundo plano, y lo único que quieres es recuperarte.
Vas a tener que vivir en tu cuerpo toda la vida. ¡No seas tacaño a la hora de cuidarlo!
Somos los que comemos, así que compra siempre alimentos de primera calidad. No elijas los huevos normales en vez de los de corral por ahorrarte un eurillo si sabes que los segundos son mucho mejores para ti.
Tampoco escatimes a la hora de hacer ejercicio. Si sabes que la única manera de que vayas a entrenar es contratando a un personal trainer o apuntándote a clases de tenis, ¡hazlo!
Y por supuesto, ni se te ocurra irte de viaje sin un buen seguro médico.
Todo lo que contribuya a cuidar y mejorar tu salud es dinero bien invertido.
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2. Compra más experiencias y menos bienes materiales
Además de quedar muy bien en tu muro de Facebook, la frase «acumula momentos en vez de cosas» es un gran consejo si quieres ser feliz.
Aunque es cierto que cuando compramos un objeto material que nos gusta como un coche, una televisión de plasma o unos zapatos nos sentimos mejor, ese «subidón» sólo dura unos días. Al poco tiempo nos acostumbramos a nuestra nueva adquisición y deja de ser una fuente de placer.
Este fenómeno se conoce como adaptación hedónica, y es el culpable de que siempre queramos más y más.
La felicidad que nos aportan las experiencias, sin embargo, es mucho mayor y más duradera que la que nos aportan las cosas por varios motivos:
Las experiencias cambian. Cada vez que sales de cañas con tus amigos hacéis algo ligeramente diferente. Vais a distintos bares, pedís distintas tapas, conocéis a distintas personas… Eso hace que sea más complicado cansarse de tomar cervezas que de tu BMW descapotable, que siempre es el mismo.
Las experiencias se esperan con ilusión y luego se recuerdan. Piensa en la última vez que te fuiste de vacaciones. Primero disfrutaste planeando e imaginándote el viaje, luego disfrutaste del viaje en sí, y a día de hoy sigues disfrutando cuando recuerdas lo bien que te lo pasaste. Con unos pantalones no ocurre lo mismo.
Las experiencias se comparten. Cuando quedas con tus colegas no habláis de tu nuevo apartamento en el centro. Quizá el primer día les dices que te has mudado, les explicas brevemente como es la casa y fin, pero desde luego no es un tema de conversación recurrente. Sin embargo, ¿qué hay más divertido que intercambiar batallitas con los amigos y recordar viejas anécdotas juntos? Hay historias que ocurrieron hace varios años y que cuando las escucho hacen que me ría a carcajadas.
Resumiendo: a la hora de elegir entre posesiones materiales y vivencias, gasta tu dinero en lo segundo.
3. Date pequeños placeres con frecuencia
Tanto si se trata de cosas materiales como de experiencias, serás más feliz gastándote tu dinero en varios pequeños placeres que en una única gran compra.
Hay dos buenos motivos para esto.
El primero es que –como vimos en el punto anterior– los seres humanos nos acostumbramos a todo, incluso a los mayores lujos. Da igual que te compres una casa, un deportivo o un yate, que llegará un día en que se convierta en una parte más de tu vida y dejes de darle importancia.
Por eso, es mejor que cenes en 20 restaurantes de 10 euros que en 1 de 200, que te tomes un café todas las mañanas en el bar mientras lees el periódico en vez de comprarte una nueva televisión, o que hagas varias escapadas con los amigos durante el año en vez de un único gran viaje de 5 días en verano.
¡Ojo! No hay nada de malo en ir a restaurantes de postín o en fundirte 1.500€ en un festival de música electrónica de un fin de semana si te lo puedes permitir. Yo he hecho ambas cosas y las he disfrutado mucho. Lo importante es que esos placeres más caros no te obliguen a renunciar a otros placeres más modestos.
El segundo motivo por el que es más conveniente gastar tu dinero en muchas pequeñas cosas en vez de en una sola muy costosa es que los pequeños placeres son menos susceptibles al concepto de utilidad marginal, que dice que cada unidad adicional de un bien aporta menos valor que la anterior.
A lo que me refiero es que, si te comes una caja de donuts, el primero te sabrá más rico que el segundo, que a su vez te sabrá más rico que el tercero, que a su vez te sabrá más rico que el cuarto. Lo mismo pasa con un viaje, con un masaje o con cualquier otra cosa agradable.
Por tanto, como el placer de las primeras “unidades” siempre es mayor y va disminuyendo progresivamente, maximizarás tu felicidad gastando tu dinero en distintas compras placenteras en vez de sólo en una y distribuyéndolas a lo largo del tiempo en vez de consumirlas toda de golpe.
De ahí que esté en contra de los gurús de las finanzas que te recomiendan ahorrar en las pequeñas cosas que tanto te gustan. A primera vista puede parecer una buena idea, pero en la práctica reducirá en gran medida tu nivel de felicidad.
4. Invierte en tus relaciones sociales
Recientemente se publicaron los resultados del estudio más largo sobre la vida adulta.
Durante 75 años, 4 generaciones de investigadores monitorizaron la vida de 724 hombres, preguntándoles año tras año por su trabajo, su salud y su día a día.
Los participantes tenían dos perfiles muy distintos. Unos eran estudiantes de Harvard, mientras que otros vivían en los barrios más pobres de Boston. Pero a pesar de esas grandes diferencias económicas, la conclusión a la que se llegó después de analizar miles y miles de hojas llenas de información es muy clara:
Tener buenas relaciones sociales hace que seamos más felices y estemos más sanos.
La lección que se extrae de todo esto es que, además de no escatimar en nuestra salud, tampoco deberíamos hacerlo en todo aquello que vaya a mejorar nuestra relación con la gente que nos importa.
Piensa en cuanto dinero has invertido a lo largo de tu vida en tu carrera profesional. Universidades, masters, formación de todo tipo… Pero, ¿cuánto has dedicado a otras personas a pesar de las alegrías que te han reportado?
Por eso, gasta sin miedo en cenas y viajes con los colegas, en planes con tu pareja o en ir a visitar a tu familia. También en actividades que te permitan hacer nuevos amigos o en cursos para mejorar tus habilidades sociales. ¡Son cosas que valen su peso en oro!
5. No gastes lo que no tienes
Vivimos en una sociedad en la que lo queremos todo para ayer. Las grandes empresas lo saben, y por eso ofrecen mecanismos como las tarjetas de crédito o el «pague usted dentro de 3 meses» que nos permiten comprar ya cosas que no necesitamos con dinero que no tenemos.
Pedir prestado no siempre es malo, y hay momentos en los que tiene sentido hacerlo, como cuando se necesita capital para que un negocio pueda despegar o crecer. Sin embargo, endeudarse con el objetivo de adquirir objetos de consumo que no van a producir ningún beneficio económico en el futuro es un error en el 99% de los casos.
Cuando te endeudas estás hipotecando tu futuro. Estás comprando algo que no te puedes permitir con la promesa de pagarlo con trabajo que harás en los próximos meses o años.
El gran problema de esto es que no sabes qué ocurrirá ni cómo será tu vida para entonces, pero aun así estás adquiriendo un compromiso que va a limitar tu capacidad de maniobra de ahí en adelante.
Una inocente deuda, por ejemplo, puede obligarte a hacer horas extra, a currar en una empresa que odias o a convivir con una pareja a la que no quieres porque no te queda más remedio. Además, suele ser una gran fuente de estrés, y en el peor de los casos puedes quedarte sin nada.
Creo que no hace falta que lo diga, pero todas estas situaciones tienen un efecto desastroso en tu felicidad, hasta llegar al punto de arruinarte la vida.
Mi recomendación, por lo tanto, es simple: no gastes lo que no tienes.
Si no te puedes permitir el viaje de tus sueños ahora mismo, no pasa nada. Acéptalo y ponte ahorrar.
Trabajar durante meses para conseguir algo que quieres con intensidad crea un sentimiento de anticipación que hace que lo valores y lo disfrutes todavía más, y que se pierde cuando te lo dan todo en el momento y sin esfuerzo.
Además, distintos estudios como el famoso experimento de los marshmallows han demostrado que las personas que tienen autocontrol y son capaces de postergar una recompensa inmediata a cambio de una gratificación mayor pasado un determinado periodo de tiempo son socialmente más competentes, muestran una mayor eficacia personal y son más capaces de afrontar las frustraciones de la vida, tres habilidades que te contribuirán a que seas más feliz.
6. Vigila los efectos colaterales de tus decisiones
Tu nivel de felicidad depende directamente de cómo utilizas tu tiempo. Cuantas más horas dediques a actividades que te hacen feliz, más feliz serás.
Por ese motivo, debes prestar especial atención a cómo tus compras van a afectar a tu rutina diaria.
Mudarte a una casa con jardín a las afueras de la ciudad puede parecerte una idea muy atractiva porque te va a permitir hacer barbacoas con tus amigos en verano, pero quizá el tener que conducir una hora todos los días para ir al trabajo o pasarte el domingo cortando el césped no te haga tanta gracia. Y a la hora de la verdad, lo segundo va a afectar mucho más a tu felicidad que lo primero.
De igual manera, comprar una máquina para hacer tus propios helados puede sonar divertido. Sin embargo, el que tengas un producto como este en la cocina va a aumentar con total seguridad la cantidad de azúcar que consumas al mes. Si uno de tus objetivos es perder peso y te sientes culpable cuando te pasas con los dulces, lo mejor es que vayas a la heladería de vez en cuando y te olvides de la dichosa maquinita.
A la hora de gastar nuestro dinero, la imaginación nos suele jugar malas pasada. Solemos considerar únicamente las características más atractivas del producto o experiencia que queremos adquirir, y nos olvidamos de los pequeños detalles y de los efectos que esa compra va a tener en nuestro día a día, que es lo que realmente determinará que nos haga más o menos felices.
Ten esto siempre en cuenta para no caer en este error tan común.
7. Protege tu paz interior a toda costa
Una de las claves para ser feliz es vivir tranquilo, sin estrés ni preocupaciones. Tener la seguridad de que, pase lo que pase, siempre vas a tener comida caliente que llevarte a la boca y un techo bajo el que dormir.
De ahí la importancia de contar con un colchón económico que te permita responder ante posibles imprevistos, como que te echen del trabajo o surja una emergencia de cualquier tipo.
Es cierto que la mejor manera de que tu dinero te haga feliz es gastártelo en las cosas adecuadas, y que no tiene ningún sentido acumularlo por acumular para acabar siendo el más rico del cementerio. Sin embargo, el disponer de una pequeña reserva en el banco que te permita cubrir varios meses de gastos y esté accesible en todo momento es algo que tiene un gran impacto en tu bienestar.
Sí, hacer actividades divertidas y comprar cosas que te gustan está muy bien, ¡pero no subestimes la importancia de poder dormir bien todas las noches!
Fuente: viviralmaximo.net